El verte los días previos,unas cuantas veces al día a decir verdad, me llevó a decirte algo.
Parecías extraño, tal y como eres si somos objetivos.
Ya te empezaste a reir cuando tímida y obligadamente me tuviste que dar dos besos.
Preferí mantenerme al margen. Estabais tan graciosos. Ella decía cosas sin importancia, que más tarde especificaste y él simplemente se entretenía con sus manos.
Yo le miraba sin que se diera cuenta, y conversaba con ella al mismo tiempo.
Decidí irme. Si os sois sincera, quería que todos nos fueramos, quería que nos fueramos él y yo.
No es que no me apeteciera estar con ella, que casi siempre me apetece, es que mi egoismo me obligaba a quererlo para mí.
Cuando escuché "Acompañaré a Albe a casa" me emocioné.
Nos pusimos a andar y me diste la oportunidad de preguntar todo cuanto quisiera.
Dije que prefería no hacerlo, pero tú sabías que las preguntas chocaban en mí.
Así que me incitaste a preguntar.
Descubrí que ahora no eras tú solo, que ella te acompañaba de nuevo.
No me entristecí lo suficiente, lo cual me reconfortó.
Te interesaste por mí, lo cual no tenía por seguro que hicieras.
Me describiste. Dijiste : "Me das pena Albe, te veo muy sola"
Te conté el por qué de eso, y me comprendiste. En el fondo, puede que no seamos tan diferentes.
Ambos nos refugiamos en lo mismo, y mis problemas, los tuviste hace un tiempo, como bien dijiste.
Debido a mis llantos, nos apartamos un poco de mi lugar. Y andamos hacia donde siempre lo hacíamos.
Hablamos de mí y de tí, y también de ella.
Finalmente, y después de ese paseo, volvimos a mi lugar. Allí me besaste la frente y me abrazaste.
Me dijiste adios con la mano de lejos.
Fue extraño, todo lo que extraño que puede ser que estuvieramos los dos juntos ahí de nuevo.
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